Cuentos para pensar

HISTORIA DEL CAMPESINO
 


‘Un pobre campesino regresaba del mercado a altas horas de la noche.
Descubrió de pronto que no llevaba su libro de oraciones. Se hallaba en medio del bosque y se le había salido una rueda de su carreta.
El pobre hombre estaba afligido pensando que aquel día no iba a poder recitar sus plegarias. Entonces oró de este modo: He cometido una verdadera estupidez, Señor. He salido sin mi libro de rezos. Tengo tan poca memoria que sin él no sé orar. De modo que voy a decir cinco veces el Alfabeto muy despacio. Tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y formar las plegarias que ya no recuerdo.
Y Dios dijo a sus ángeles: De todas las oraciones que he escuchado hoy, ésta ha salido sin duda alguna, la mejor. Una oración que ha brotado de un corazón sencillo y sincero’.


 


LAS TRES REJAS
 



El joven discípulo de un sabio filósofo llega a casa de éste y le dice:
-Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia...
-¡Espera! lo interrumpe el filósofo-. ¿Ya has hecho pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas?-
Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario...-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdadero, ni bueno ni necesario, enterrémoslo en el olvido.



 


El atleta que vio y salvó su vida
 


Un relato sobre las bondades de Dios en nuestra vida… si lo dejamos entrar en ella.

Un joven que fue criado como ateo estaba entrenando para saltos ornamentales a nivel olímpico. La única influencia religiosa que recibió en su vida le había llegado a través de un amigo cristiano. El deportista no prestaba mayor atención a los ‘sermones' de su amigo, aunque los escuchaba con frecuencia. Una noche, fue a la piscina de la universidad a la que pertenecía.

Las luces estaban todas apagadas, pero como la noche estaba clara y la luna brillaba, había suficiente luz para practicar y decidió hacerlo sin encender la luz. El joven se subió al trampolín mas alto y en el momento en que volvió la espalda a la piscina al filo de la rampa y extendió sus brazos, vio su propia sombra en la pared.
La sombra de su cuerpo tenía la forma exacta de una cruz. Esta imagen lo sorprendió tanto que, en lugar de saltar, se arrodilló en la misma rampa y finalmente le pidió a Dios que entrara en su vida. Mientras el joven permanecía quieto rezando, el personal de limpieza ingresó y encendió las luces… Habían vaciado la piscina para repararla
.


 


Una oración poderosa
 


Juan Alva estaba cansado cuando abordó su avión que lo conduciría finalmente a casa esa noche en 1991. La semana había sido larga y dura, llena de reuniones y seminarios, y ahora lo única que deseaba era poder llegar a casa y descansar.
Conforme más pasajeros abordaban el avión, el ambiente se llenaba de voces y de risas. De pronto, la gente se calló. Juan giró su cabeza hacia el lado derecho para ver que estaba pasando y se quedó con la boca abierta. Dos pequeñas religiosas que vestían simplemente hábitos de color blanco y bordados con una cinta azul caminaban por el pasadizo en dirección a Él. Juan reconoció la cara familiar de una de ellas, la piel frágil y arrugada y esa mirada intensa pero a la vez dulce que brotaba de sus ojos pequeños. Esa fue la cara que él había visto en periódicos y en revistas. Las dos religiosas se detuvieron y Jim comprendió que su compañera de vuelo iba a ser nada menos que la Madre Teresa de Calcuta.
Cuando todos los pasajeros estaban sentados y con los cinturones de seguridad puestos, la Madre Teresa y la religiosa que la acompañaba sacaron sus rosarios. Juan observó que cada una de las cuentas tenía un color diferente. La Madre Teresa, al percatarse de la observación de Juan, le explicó que cada una de esas cuentas representaban las carencias de la humanidad. Luego agregó: ‘Yo rezo por el pobre y el moribundo de cada continente'.
El avión despegó y las dos mujeres empezaron a rezar; sus voces eran como un suave murmullo. Juan se consideraba como un hombre no muy religioso ni mucho menos católico. De joven frecuentaba el templo cercano a su barrio, pero más que todo lo hacía por hábito. Para el tiempo en que ellas terminaron de decir la oración final, el avión había alcanzado la altitud estimada.
La Madre Teresa se volvió hacia él. Por primera vez en su vida, Juan entendió que es lo que la gente quiere decir cuando hablan de una persona que posee un ‘aura'. Mientras ella lo miraba, un sentimiento de paz lo invadió; él no podía ver nada más que el cielo y las nubes, pero lo sentía. De pronto le preguntó dulcemente:
- ‘Joven, ¿usted reza el Rosario a menudo?'.
- No, no realmente, admitió, Él.
Ella tomó sus manos y sonriéndole colocó su rosario en su palma. Y le dijo:
- ‘Bueno ahora usted lo hará'.
Una hora después, Juan se encontraba con su esposa Ruth saliendo del aeropuerto. Al observar el Rosario en su mano, Ruth le preguntó que era lo que había pasado. Juan abrazó a su esposa y le contó su encuentro con la Madre Teresa. Manejando a casa le dijo:
- ‘Siento como si en verdad me hubiera encontrado con una verdadera hermana de Dios'.
Nueve meses después, Juan y Ruth visitaron a Claudia, amiga íntima suya desde hace muchos años. Claudia les confesó que le habían diagnosticado cáncer de ovario.
- ‘Los médicos dicen que este es un caso difícil pero yo pelearé hasta lo último. No me rendiré', sostuvo.
Juan pensó por unos minutos y tras buscar en su bolsillo, gentilmente acarició las cuentas del Rosario de la Madre Teresa. Le contó la historia a Claudia y le dijo:
- ‘Conserva esto contigo. Te podría ayudar'.
- ‘Gracias. Espero algún día retornártelo'.
Más de un año pasó antes que Juan viera a Claudia de nuevo. En esta oportunidad, ella corrió hacia él cargando el rosario, y le dijo. ‘Lo llevé todo el año, rezando cada día. Me han operado y también me he sometido a un tratamiento de quimioterapia. El mes pasado, los doctores me hicieron una segunda cirugía y el tumor desapareció completamente. Sabía que era tiempo de devolverte el rosario'.
En el otoño de 1987, la hermana de Ruth, Liz, entró en una fuerte depresión luego de su divorcio. Le preguntó a Juan si podría prestarle el Rosario y cuando él se lo envió, ella lo cargó siempre en su bolso.
‘Esa noche lo sostuve entre mis manos y empecé a rezar. Jamás lo había hecho antes. Me sentía muy sola y con miedo. Pero cuando terminé, sentí como si tuviera conmigo una mano amorosa'. Gradualmente Liz salió adelante y retornó el rosario. Alguien más lo debe necesitar.
Es, pues, la sintonía con Dios Padre que fortalece el corazón y el espíritu humano a través del rezo del Rosario.
La vida de Juan ha cambiado. Desde aquel encuentro inesperado en el avión. Cuando el observó que la Madre Teresa sólo traía una pequeña maleta, hizo el esfuerzo por simplificar su vida. ‘Intento recordar lo que realmente cuenta y sobre todo acudo con más frecuencia a la oración'.



 


EL OTRO HALCON
 



Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería, para que los entrenara.
Pasando unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía que le sucedía; no se había movido de la rama donde lo dejo desde el día que llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar el ave. Encargó, entonces, la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente, por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil.
Entonces, decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. El rey le dijo a su corte, ‘Traedme al autor de ese milagro’. Su corte rápidamente le presentó a un campesino. El rey le preguntó: - ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago? ..Intimidado el campesino le dijo al rey:
- Fue fácil mi rey. Sólo corte la rama, y el halcón voló. Se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar.

¿Sabes qué tienes alas? ¿Sabes qué puedes volar?
¿A qué te estás agarrado? ¿De qué no te puedes soltar?
¿Qué estás esperando para volar?
No puedes descubrir nuevos mares... a menos que tengas el coraje para volar.
Vivimos dentro de una zona de comodidad donde nos movemos, y creemos que eso es lo único que existe. Dentro de esa zona está todo lo que sabemos, y todo lo que creemos.
Viven nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones.
En esa zona reina nuestro pasado y nuestra historia.
Todo lo conocido, cotidiano y fácil.
Es nuestra zona de confort y, por lo general, creemos que es nuestro único lugar y modo de vivir. Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos. No siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles.
Nos conformamos con lo que tenemos; creemos que es lo único y posible, y aprendemos a vivir desde la resignación.
El liderazgo es la habilidad que podemos adquirir cuando aprendemos a ampliar nuestra zona de comodidad. Cuando estamos dispuestos a correr riesgos, cuando aprendamos a caminar en la cuerda floja, cuando estamos dispuestos a levantar la vara que mide nuestro potencial.
Un verdadero líder tiene seguridad en sí mismo para permanecer solo; coraje, para tomar decisiones difíciles; audacia, para transitar hacia lo nuevo con pasión, y ternura suficiente, para escuchar las necesidades de los demás.
El hombre no busca ser un líder. Se convierte en líder por la calidad de sus acciones y la integridad de sus intentos. Los lideres son como las águilas: no vuelan en bandadas...
Los encuentras cada tanto y volando solos. Nadie vendrá a rescatarte; nadie cortará tu rama. Tú eres el mago. Tu futuro, está en tus manos. Sólo necesitas comenzar... y confiar en Dios.





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