LA GRAN CENA

Misterio Sacramental para el Jueves Santo

 

 

Personajes (por orden de aparición):

Monitor.
2 Turistas.
Felipe.
Andrés.
Jesús.
Voz de Dios.
Juan.
Pedro.
3 Comensales.
Pablo.
Santiago.
Todos.

 

Introducción:

Monitor: Celebraremos hoy nuestra Cena Pascual como un misterio sacramental: con la participación de todos en el recuerdo vivo de Jesús.

Lo hemos preparado muy someramente, confiados en que estamos en familia, y en que Dios mira cariñoso los esfuerzos de sus hijos por unirnos y estar hoy, con Jesús, cerca de él.

Así pues, con la venia de todos y con el favor de Dios, empezamos:

 

Escena 1ª: Unos extranjeros buscan a Jesús:

Turista 1: Perdone... ¿Es usted de los que andan con Jesús?

Felipe: ¡A sus órdenes!  ¿En qué puedo servirle?

Turista1: Somos turistas, y nos platicaron que aquí andaba Jesús.  Pensamos que sería muy interesante conocerlo.

Turista 2: Además, estamos en plena Semana Santa, y dicen que él habla muy bonito acerca de Dios...

Felipe: Pues.., la verdad: ¡No sé si él quiera recibirlos!

¿Cómo ves a éstos, Andrés?  ¡Sólo vienen a pasar sus vacaciones, y, no más porque traen dinero se sienten dueños y señores!  ¡No respetan nuestra ciudad, y ahora no respetan ni al Maestro!

Andrés: No creo que el Maestro los reciba, Felipe...  Pero, ¡habrá que preguntarle!

Jesús: ¡Yo soy la luz del mundo!: Quien me sigue, no anda en tinieblas.  Y esta luz resplandece para todos, sin distinción alguna de personas.

Porque yo vine a realizar lo que mi Padre me encargó: Vine para dar a todos vida, y vida en abundancia.

Pero el grano de trigo ha de ser sembrado en tierra, y en ella ha de morir.  Porque, si no muere, no produce ningún fruto.

He sembrado ya la palabra cariñosa de mi Padre, y pronto yo mismo voy a ser sembrado: ¡Seré levantado en alto, y, desde allá arriba, invitaré a todos a acercarse a mí!

Así, puesto en alto, yo seré glorificado; y mi Padre también será glorificado.

Yo vine al mundo para esto, y aunque un miedo tremendo me acomete, la hora se acerca, y estoy dispuesto a ella.

¡Papá..!  ¡Dios mío!: ¡Hazte presente para todos! ¡Manifiéstales tu amor!

Voz de Dios: Mi amor yo siempre lo he manifiestado.  Pero lo he de manifestar más todavía.

Jesús: Esa voz que se escuchó no fue dicha por mí.  Fue dicha para ustedes: Para que atiendan a las palabras de amor que Dios, mi Padre, les dirige en estos días.

Juan: Yo soy Juan, testigo de los hechos y los dichos de Jesús, y quiero hacer constar ante ustedes lo siguiente:

Jesús nos ha dado a todos numerosas pruebas y señales de su amor.  Pero, a pesar de todas ellas, no acabamos de creerle.  O, quizá, le creemos con una fe fría, muerta.., no comprometida.  Con una fe que no logra superar el miedo, ni nos lleva a confiar absolutamente en Dios:

¡Preferimos quedar bien con este mundo y buscar nuestra seguridad en él y en sus criterios, antes que decidirnos por Jesús.  Por eso, no confiamos en Dios, ni nos lanzamos a vivir cien por cien el Eavngelio.

Jesús: El que cree en mí, no sólo pone su confianza en mí: ¡La pone también en Dios, mi Padre, que me envió!

Yo no juzgo a nadie; porque no vine a dar juicio sobre nadie, sino a dar libertad a todos.  Por creer o no creer en mí, cada uno de ustedes a sí mismo se juzga:

El que cree en mí y vive conforme a mi palabra, es libre y encuentra la felicidad en el amor.  El que no cree en mí, es esclavo de sí mismo y de los demás, y no goza sino de la desdicha de su propio egoísmo.

A todos los invito una vez más a creer en mí: ¡Los invito a mi mesa; porque a todos vine a darles vida, y vida en abundancia!

 

Escena 2ª: Al servicio de los suyos:

Juan: Era el jueves, víspera de la gran fiesta de la Pascua.  El pueblo entero festejaba la verbena.  Se preparaba para la celebración de la fiesta de su independencia.  La parte más importante de esta fiesta era la cena.

Jesús era perfectamente consciente de sí mismo: Sabía que Dios, su Padre, le había dejado todas las cosas en sus manos, y que le correspondían la gloria y el poder propios del Hijo único del Padre.

Pero amaba a los suyos, y quiso amarlos al extremo...

Jesús: ¿Se fijaron bien qué fue lo que acabo yo de hacer..?

A mí ustedes me llaman siempre “Maestro”, y me dicen “el Señor”.  Y hacen bien al llamarme de esa forma.  Porque, en verdad, eso soy yo: El Señor, el Maestro..: ¡el único Señor, y el único Maestro!

Acaban de ver lo que yo, el Señor, acabo de hacer ante todos ustedes.  Porque yo, el Maestro, he querido darles una lección fundamental: ¡Mi única lección!

Si me he puesto totalmente al servicio de todos ustedes, es para que cada uno de ustedes se ponga a sí mismo al servicio de los demás.

Este es el ejemplo que les quiero dejar: Para que así como yo me he puesto a servirlos, así también ustedes estén siempre al servicio de los otros...

Espero que entiendan esta clase que yo quiero darles, y que aprendan la lección.  Y esta lección sólo se aprende practicándola...

Todos ustedes andan en busca de la receta de la felicidad, y aun quizá ya muchos de ustedes han andado muy diversos caminos, siempre con el deseo de ser felices.

Mi receta es ésta: ‘Servir a los demás’.  Póngala en la práctica.., y yo les empeño mi palabra: ¡Serán verdadera y auténticamente felices!

 

Intermedio 1º: Lavatorio de los pies.

 

Escena 3ª: Desenlaces diversos:

Jesús: Se me ocurre decírselo con un ejemplo: Ustedes han visto lo que pasa con las guías de la parra cuando por cualquier cosa se separan de la cepa: Poco a poco se van secando, y, por supuesto: ¡Jamás llegan a dar uvas!

Pues así de sencillo: Todos nosotros juntos, formamos una parra.  Yo soy la cepa, y ustedes son las guías que salen de ella...  A veces, hay que podar alguna guía, aunque se le arranquen algunas hojas y uno que otro racimillo.  Pero eso favorece a la parra: Esa misma guía va a dar mejores uvas.

Pero si una guía se arranca, ya no sirve para nada: ¡No es como una buena horqueta de nogal,  y ni siquiera como una buena vara!  Para lo único que sirve es para echarla al fuego.

Así también es con ustedes: Pronto les va a llegar la poda... No más no dejen que los separen de la cepa...

Por ejemplo, tú, Pedro: Antes de que cante el gallo, me vas a desconocer tres veces...

Pedro: ¡Qué mal me conoces, Maestro!: ¡Aunque todos te desconozcan, yo nunca lo voy a hacer!  Tú lo sabes: ¡Hasta la muerte!

Jesús: Bien que te conozco, Pedro.  Y por eso te lo digo...  Pero no te preocupes: Yo voy a pedir por ti, para que no te desesperes.  Porque tú eres el que va a dar luego confianza a tus hermanos...

Pero no a todos...  Uno de ustedes mismos es el que me va a entregar...  ¡Dios tenga compasión de él!

Comensal 1: ¿Verdad que no soy yo, Maestro?

Comensal 2: ¡Bien sabes que yo no!

Comensal 3: Dinos quién, de una vez, para no andarnos con sospechas...

Jesús: ¡Déjense de cosas!  A su tiempo, lo sabrán...

¡Judas!: Lo que tienes pendiente, hazlo cuanto antes.

Judas: Sí, Maestro.  En seguida.

 

Escena 4ª: Testimonio de Pablo:

Pablo: Hermanos todos de la comunidad:

Yo, Pablo, fui enemigo de Jesús, y mis pecados son más grandes que los de cualquiera de ustedes.  Pero Jesús se compadeció de mí, y me escogió para que su vida se extienda más allá de todo límite o frontera.  Por eso ahora les envío esta carta.

Me alegra mucho pensar en su comunidad: No hay en ella sabios ni ricos, sino solamente gente sin ninguna importancia.  Así se ve más claro que el único puedelotodo es Dios.

Pero hay cosas en que no puedo alabarlos:

Cuando ustedes se reúnen a la mesa de Jesús, eso que hacen ya no es la cena del Señor.  Porque, aunque la mayoría de ustedes están pobres, todavía se ven algunas diferencias: Algunos de ustedes tienen casa y buen trabajo, y les alcanza para enviar a sus hijos a la escuela.  Otros, en cambio, cada día se ven en mayores apuros, y ven con tristeza a sus hijos débiles y enfermos.

Y mientras haya entre ustedes esas diferencias, no es sino una farsa el comer juntos de la mesa del Señor: Se dan unos a otros el abrazo de la paz; pero termina la reunión, y cada quién vuelve a su egoísmo...  ¿De qué les sirve, entonces, haber venido a la reunión?  ¡Una reunión así les hace más daño que provecho!

Eso no es lo que nos enseñó Jesús:

Yo ya les he platicado qué fue lo que hizo él:

La víspera del día en que iba a ser entregado por nosotros, tomó pan y dio gracias...

Y luego, lo partió...

Y dijo:

Jesús: Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes.  Hagan esto mismo, para que, al compartir el pan, mi recuerdo esté vivo entre ustedes.

Pablo: De la misma manera, después de haber cenado, tomó el vino...

Y dijo:

Jesús: Este es el nuevo pacto: la alianza eterna de amor que Dios hace con la raza humana.  Y es un pacto sellado con mi sangre.

Cada vez que la beban, que en su corazón se renueve mi memoria.

Pablo: Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de esta copa, lo que hacen es anunciar a todos la muerte del Señor.  Y así, hasta el día en que su triunfo sea completo.

Así que cada uno, antes de comer del pan y de beber la copa, debe recapacitar en serio: ¿Cómo está tratando él al cuerpo del Señor?; ...a JesuCristo, realmente presente entre nosotros?

- ¿Cómo trata él al cuerpo eucarístico de Cristo? ¿Con el amor y el respeto que el Señor Jesús merece de nosotros?

- ¿Cómo trata él al cuerpo místico de Cristo, que no es otra cosa que la misma comunidad cristiana? ¿Sabe reconocer en cada cristiano a un hijo de Dios, y se esmera porque en verdad formemos juntos una sola familia?

- ¿Cómo trata él al cuerpo crucificado de Cristo?: A todo ser humano que sufre, que llora, que es débil o menospreciado? ¿Reconoce en él a Cristo, realmente presente en cada uno de sus hermanos más pequeños?

Espero , hermanos, que cuando se reúnan a la mesa del Señor lo hagan con esta conciencia.  Entonces sí: el pan y el vino les harán provecho, y el cuerpo y la sangre del Señor los llenarán de vida: De la única vida verdadera: de la que es servicio y es amor.

Dejo para otra ocasión otros asuntos, y me despido, con cariño, deseándoles paz y bien en el Señor.

Pablo, mandadero de Jesús.

 

Intermedio 2º: Comunión.

 

Escena 5ª: La despedida:

Jesús: Me queda ya poco tiempo con ustedes...

Pedro: ¿Cómo? ¿Te vas a ir? ¡Tú sabes que yo iré contigo a dondequiera que tú vayas..!

Comensales: ¡Todos te acompañaremos!

Jesús: Me acompañarán más tarde; pero ahora no:

Pronto me iré a la casa de mi Padre...  ¡Una casa muy grande y muy hermosa!  Ahora me voy yo... pero, después, ¡allá nos reuniremos todos!  Yo voy a prepararles el lugar...

Felipe: Ya nos has hablado mucho de tu Padre...  ¡Yo quisiera conocerlo..!  ¿Por qué no nos lo presentas de una vez?

Jesús: Me extraña lo que dices, Felipe.  Llevo ya mucho tiempo con ustedes, ¿y todavía no me conocen?

Pon atención, Felipe, a este secreto que te voy a revelar: En realidad, mi Papá y yo somos una misma cosa.  Y todo el que me está viendo a mí, está viendo a mi Papá.

A Dios nadie lo conoce.  Unicamente yo, su Hijo.  Pero, a través de mí, tú has estado mirando a mi Papá.  El que me ve y me escucha, y tiene fe en mí, en ralidad está viendo y oyendo a Dios, y está creyendo en él.

Porque yo soy el camino, la verdad y la vida...  No hay otro camino ni otra vida, sino yo:  Todos los regalos de mi Padre les llegan a través de mí; y únicamente a través de mí pueden ustedes alcanzar al Padre.

Andrés: Pero... ¡tú dices que te vas! ¡Y nos vas a dejar solos!

Jesús: Sí, me voy; pero no los dejo solos.  ¡Siempre seguiré vivo entre ustedes; porque mi vivir será también vivir de ustedes.

Porque no solamente yo los quiero: ¡Mi Padre mismo también los quiere a ustedes!  En cuanto yo llegue con él, les vamos a dar nuestra Fuerza, nuestro Espíritu.  ¡Les hago formalmente la promesa, y mi Padre y yo sabremos cumplirla!

Esta Fuerza que les vamos a dar los mantendrá con vida: Ustedes estarán unidos, y mi Espíritu les hablará en su corazón.

El les hará entender todo lo que yo les dije, y les dará a conocer a mi Padre.  El los hará hijos de Dios, y podrán decirle a Dios ‘Papá’, y hablar con él con la mayor confianza.

Juan: Oye, Jesús: Y los demás, ¿qué?  ¿Todo esto es nada más para nosotros..?  ¿Y cómo van a vivir los que jamás te conocieron?

Jesús: Tú sabes, Juan, que no es así.  Porque quien los vea a ustedes, podrá mirarme a mí; y, al verme a mí, verá a mi Padre.

Juan: No te entiendo, Jesús...  Aclara un poco, por favor.

Jesús: Tú sabes, Juan, que mi Padre es puro cariño.  Y que yo mismo soy amor...

Por eso, quiero darles un mandato: ¡el único que yo les doy! Que se amen siempre unos a otros.

Si ustedes se aman, Juan, el mismo cariño de ustdes será Dios presente en este mundo...  Todos podrán ver cómo se aman, y, así, me verán a mí en ustedes.  Y, al verme a mí, verán a Dios.  ¡Y tendrán vida!

Dios es amor, Juan.  Y todo el que ama, conoce a Dios y tiene vida.

Este es mi primer y último encargo: el único encargo que les dejo: ¡Que se amen unos a otros los que creen en mí!

Ese cariño de ustedes será la luz del mundo, y dará vida a todos los humanos.  Para eso fue para lo que yo los reuní a ustedes: para estar presente y visible en este mundo, hasta que su historia se termine.

Santiago: ¡Pero eso es muy difícil, Jesús!

Jesús: No tengan miedo, que yo sigo con ustedes.  Mi Padre los ama y yo también los amo.  Y les enviaremos nuestro Espíritu, y con él todo nuestro Poder y toda nuestra Fuerza.

Estén en paz, y estén tranquilos.  Y ténganme confianza...  ¡Yo he vencido al mundo.., y pronto verán el triunfo del amor.

 

Escena 6ª: Oración final:

Jesús: A todos los presentes, que me han acompañado en esta representación viva del misterio de mi Cena, los invito ahora a unirse a mi oración:

Papá: Te pido por esta comunidad: Por estos hermanos que tú me regalaste, para que juntos llevemos a cabo la obra que tú me encomendaste.

Te pido, ante todo, que los cuides y los conserves siempre unidos: Que logren quererse todos como hermanos y hacerse responsables unos de otros, para que den al mundo un testimonio de amor y de unidad.

Todos: Te lo pedimos, Padre, unidos a Jesús.

Jesús: Te pido, Papá, que a todos ellos los unas en la verdad: Que a cada uno lo ilumines y le des fuerza, para que, en el sitio en que está, sepa descubrir y vivir su mejor modo de cooperar conmigo en la tarea que tú me encomendaste: la de crear un mundo nuevo, en que todos tus hijos comparten por parejo los bienes que tú creaste para todos, y en el que cada uno puede vivir la dignidad y la libertad que tú le diste.

Todos: Te lo pedimos, Padre, unidos a Jesús.

Jesús: Te pido, Papá, que unidos todos y en iglesia, se dediquen íntegramente a servir a los demás; para que así yo me haga presente en ellos a todos los que no te conocen: Que al ver a la comunidad, me vean en ella; y al verme a mí, te vean a ti, Dios único, todo amor y cariño para con tus hijos.

Todos: Te lo pedimos, Padre, unidos a Jesús.

Jesús: Escucha ahora, Papá, la oración de todos los hermanos: la que yo les enseñe, y ahora, llenos de tu Espíritu, todos juntos elevamos hacia ti:

Todos: Padre nuestro, que estás en el cielo...

 

Final: Depósito y despedida:

Monitor: Nuestra oración no ha terminado.  Nuestra mejor oración es nuestra vida diaria, vivida con las intenciones de Jesús, al estilo de Jesús y por la causa de Jesús.

Para esta oración de toda la vida, nos ayuda tomar parte en la oración litúrgica de la comunidad, en la que celebramos el paso de Jesús hacia su Padre, el paso de Dios en nuestra historia y nuestra vida.

Y nos ayuda también nuestra oración individual: nuestro atender al Espíritu de Dios en lo más hondo de nuestro corazón, nuestro escuchar a Jesús y dialogar con él, nuestro ponernos totalmente en las manos de Dios, nuestro Papá.

Llevaremos el Cuerpo y la Sangre de Jesús, para guardarlo con nosotros, y podremos acompañarlo en oración.

Muchas gracias.

Jueves Santo 1